Registro y lectura de la música aborigenLa tradición de la música en Latinoamérica se ha conformado de maneras diferentes a las tradiciones europeas. Ya los historiadores y cronistas de la colonia se refirieron a este proceso dejando por fuera elementos de estudio que permitieran recuperar de manera pormenorizada su manifestación ya fuera en actos rituales, o en acontecimientos cotidianos de los pueblos. La música fue considerada por los colonizadores como una manifestación bárbara del sonido sin ninguna posibilidad de lectura, mas negativa aún fue la realizada por los misioneros y doctrineros que llegaron a todo el continente y sobre la cual arrojaron la sospecha de una manifestación demoniaca, emparentada con actos de brujería y encantamiento. La música aborigen fue prohibida y excluida de toda manifestación civilizada, entendida esta como aquella que era conocedora de la revelación del evangelio y por lo tanto digna de tener presencia simbólica en las pequeñas villas y pueblos de la época colonial, la prohibición ayudaba a combatir los espíritus malignos que transitaban por la oscuridad de las palabras pronunciadas en dialectos indígenas, el reconocimiento del idioma español trajo consigo la desaparición de las imágenes del entorno que los dispersos pueblos americanos tenían de su territorio y en consecuencia desapareció también toda posibilidad de reconocer su poesía, el acto ritual dejo de ser una manifestación del mito para convertirse en acto clandestino de resistencia que se refugiaba a la sombra de las músicas occidentales en nuevas metamorfosis. La apropiación de las estructuras formales de los rituales cristianos fueron fácilmente asimilados por los pueblos aborígenes Colombianos, algunos cronistas del siglo XVII captaron la habilidad con la cual fueron reconocidas las enseñanzas de los misioneros respecto a la ejecución instrumental y la interpretación vocal, sin embargo estos procesos sonoros cobraron importancia simbólica cuando fueron objeto de representación en contextos socioculturales de las poblaciones evangelizadas y de las principales ciudades virreinales.
Estos actos de prohibición no desplazaron del todo algunas estructuras sonoras aborígenes, su hibridación paulatina se produjo en la aparición de otras músicas que en los procesos de expansión del poder español fueron reemplazadas por nuevos valores rituales. La música se incorporó a la fiesta, y adhirió a su manifestación los acontecimientos religiosos y civiles de los nuevos colonizadores, aquellas que subsistieron ocultas no tuvieron siempre la fuerza de su permanencia y desconectadas de toda intención de transmisión desparecieron lentamente confrontadas con las nuevas músicas occidentales. Para el siglo XIX, la música era ya en las diferentes ciudades de Colombia una suma en caleidoscopio de los matices de la resistencia sonora aborigen, las fuerza concentrada del elemento afro descendiente y la estructura melódica y armónica occidental. Sin embargo fueron investigadores musicales de inicios del siglo XX quienes descubrieron, la riqueza de la metamorfosis de gran parte de la música en Colombia, ellos juzgaron su diferencias desde el punto de vista Europeo, y realizaron clasificaciones de acuerdo a las diferencias establecidas por sus discursos de análisis: es posible repasar la imagen que estructuró Monseñor Perdomo Escobar, en 1938, quien hace lectura de las manifestaciones musicales indígenas, en su texto sobre las músicas de los indígenas en Colombia: “El arte musical estaba en estado de magia, su finalidad era curar enfermedades y aplacar los dolores, el hechicero y el músico eran la misma persona y su origen se perdía entre lo humano y lo divino. Sus recursos textuales eran la imitación y la onomatopeya, la mímica y el gesto y no conocieron otra escala que la pentatónica: re – si – la – sol – mi”. Las observaciones realizadas dan cuenta del interés por reconocer otros aspectos de la música como un acontecimiento plural, como una caracterización de esos otros lugares que la música occidental creía haber superado y sobre la cual establecía parámetros de referencia para determinar su grado de inferioridad estructural. De esta manera el discurso de los investigadores de la década del 30 plantea alternativas a la lectura evangelizadora y hegemónica de la colonia que se sobrepuso a toda experiencia que pudo nombrar como arte. En este sentido son pioneros los estudios culturales y musicales realizados por Gregorio Hernández de Alba , Fray Francisco de Igualada , que alcanzaron a ser publicados al final de 1938. La caracterización de un lugar para el arte musical en esta perspectiva de la investigación musicológica apenas logró sobreponer lecturas evolucionistas sobre las manifestaciones sonoras de algunas comunidades indígenas en la Amazonía, el centro o el norte del país, pero aún no han sido observadas más que como manifestaciones no alfabetizadas en la lectura occidental de la música, por lo tanto son registros documentales que aún no desdoblan su estructura de transmisión, y continúan guardadas, aquellas que han podido ser registradas, en las estructuras del archivo documental tradicional fonográfico.
El arribo de la música occidental y su proceso de mestizajeEn el siglo XVI fueron las órdenes religiosas quienes establecieron las primeras estructuras de transmisión musical, orientadas de manera específica a la misión evangelizadora trajeron los saberes de los cantos rituales eclesiásticos de tradición medieval, para lo cual dispusieron de maestros de capilla formados en Europa. Las compañías de sacerdotes que además de establecer criterios de prestigio social por el hecho de disponer de una capilla de músicos dieron continuidad a la tradición musical de la nobleza española, que va a perdurar como unidad transmisora del saber musical hasta finales del siglo XIX. En dicho proceso la transmisión de sus saberes fueron paulatinamente sustituidos por músicos formados bajo la tutela religiosa, de donde se puede reconocer el énfasis vocal que le da sentido al texto en latín y que representó el orden de la liturgia católica, posteriormente se hicieron a grupos de seminaristas, niños e instrumentistas locales para ejecutar sus composiciones, renombrando sonoramente formas sonoras locales con la invención imaginativa de algunas tradiciones que se ocultaron bajo las nuevas estructuras formales de la instrumentación y el canto, esto aumentó en diversos aspectos sociales de participación la comprensión de la música como acontecimiento religioso, festivo y cotidiano. A la postre caracterizaría incluso músicas en diferentes regiones, según el proceso paulatino de asimilación simbólica. Aunque este proceso comienza como una estrategia relacionada con el acontecimiento evangelizador su sedimentación en rituales funerarios, de casamiento y bautizo secularizará su permanencia social en dependencias variadas del relato colectivo; permeando de esta manera sus nuevas condiciones estéticas y artísticas.
El primer mestizo del que se tiene noticias, que llegó a ser maestro de capilla, fue Diego Lobato de Sosa Yarucpalla (ca. 1538-ca. 1610). Otros famosos representantes musicales fueron Gutierre Fernández Hidalgo de origen español (ca. 1553- ca. 1620) y Manuel Blasco (ca. 1628-ca. 1695). Fue importante al proyecto evangelizador la formación musical que dieron a jóvenes indígenas. En Quito, desde 1535, funcionaba una escuela organizada por los franciscanos, Fray Jodoco Ricke y Pedro Gosseal (flamencos), en la cual se enseñaba, entre otras disciplinas, música. Se seleccionaban estudiantes entre varios pueblos de la región, sobre todo ingresaban los hijos de los caciques, a quienes se les enseñaba a tocar órgano, flauta, sacabuches y canto. La iglesia reconoció la importancia de la música en su proyecto de transformación cultural. La contrarreforma en Latinoamérica introdujo experiencias sonoras polifónicas, acogió nuevas sonoridades instrumentales en el acto litúrgico y estableció escuelas de formación en las ciudades de mayor concentración indígena. Pero todo no fue música religiosa, el dispositivo que permitió usar la música en el proceso evangelizador hizo también uso de las músicas populares españolas de la época, que de acuerdo a testimonio de los cronistas, eran enseñadas a los indígenas. Además se sabe que los religiosos, en afán de ocultar el cuerpo en el temor del pecado, sepultar la idolatría y la memoria cantada del lenguaje ritual, crearon nuevos bailes para que los indígenas transformaran sus rituales en relatos de celebración religiosa que se ofrecían a las imágenes católicas. Fue la oportunidad para que la métrica estructurada del relato cantado de tradición mediterránea fuese elaborada sonoramente en el ordenamiento de coplas, que asimilaron de inmediato la cultura de tradición oral indígena y africana, lo cual deconstruyó rápidamente lo cotidiano en todas las regiones en donde se enseñó; su correlato sonoro amplió en formas cantadas la poesía de algunas regiones, la danza de actos rituales colectivos y la música de espectros instrumentales regionales . Todo ello en una simbiosis pluridireccional que no siempre se diferenció formalmente entre una y otra estructura. Muchas de estas formas sobreviven hoy en diversas formas populares de vieja tradición en todo el territorio Colombiano. Algunas de ellas fueron recogidas, en el siglo XIX, por diferentes cronistas republicanos y se dieron en textos de incipiente tradición ilustrada, en ellas se pueden reconocer tanto canciones con textos de seguro origen ibérico, como textos de las culturas indígenas y mestizas.
La transformación del legado cultural africano en el encuentro con el dispositivos evangelizador. En el tratado de tordecillas, los portugueses fueron comerciantes encargados de la importación de Africanos, igual que estaba contemplado en el mismo tratado la prohibición a los portugueses para asentarse en las colonias españolas. Estos sin embargo el evadir la segunda parte del tratado usufructuaron un jugoso negocio: de esta manera pudieron ser dueños de minas en el interior del país, sobre todo en el nordeste antioqueño y con los esclavos que introdujeron sin intermediarios de manera ilegal se evitaron el costo del impuesto español. La insistencia en prohibir el asentamiento de extranjeros y el alto costo de impuestos para importar esclavos demuestra el temor de la corona por este fenómeno.
De la misma manera la arquitectura de Cartagena obedecía a dicho temor, a comienzos del siglo XVII se decide amurallar la ciudad y organizar el ejercito, también se abre el canal del dique para comunicar el puerto con el interior de la nueva granada a través del Río Magdalena. En 1610 se establece el tribunal del santo oficio de la inquisición, llegan órdenes de caballería y cofradías para velar por la catolicidad y se construyen los hospitales y conventos, es de resaltar que la mayoría de las construcciones fueron realizadas por población afrodescendiente del puerto.
Una de las figuras que nos sirve para rastrear las condiciones del proceso evangelizador y la forma como fueron leídas y asimiladas las músicas africanas la configura el caso de Pedro Claver. Este santo gana reconocimiento a partir de 1615 año de su llegada a Cartagena, participada en la vida del colegio de la compañía de Jesús fundado tan solo 25 años antes, era enfermero de los hospitales colmados de africanos, que padecían diferentes epidemias, recorría calles para entregar limosnas, y visitaba casas de aristócratas, además predicaba en Barrios periféricos como Getsemaní, sector habitado por esclavos subidos, prostitutas y marineros y contrabandistas, participaba en juicios civiles y era colaborador del tribunal del santo oficio de la inquisición. Aunque no sean directas las alusiones a los contenidos de la música africana, es posible reconocer en torno a que fenómenos de socialización y tradición estaban vinculadas dichas manifestaciones. Sobre todo si recordamos que la mayoría de los pueblos africanos que llegaron al puerto de Cartagena no poseían tradición escrita y por lo tanto la música no se diferenciaba como arte, en los acontecimientos que valoraban la cotidianidad y el ritual.
La tradición académica medieval había configurado en la formación de los misioneros jesuitas el estudio de la teología, la filosofía y la ciencia. El sentido que se daba a la verdadera vida cristiana tenía al menos dos inspiraciones: los razonamientos tridentino y la literatura sugerida por los jesuitas, muchos de ellos misioneros en india y china, esos primeros jesuitas integraban la práctica de la piedad medieval con la innovación de técnicas apostólicas y devocionales con suma cautela para no aproximarse al impulso separatista del protestantismo, La compañía había proyectado al misionero jesuita como el prototipo de persona cuya labor estaba en le marco de la tradición católica, pero quien poseía gran capacidad para innovar, para reinventar estrategias de acción con las cuales representar el texto del evangelio, a lo cual se valía de la separación de las formas conocidas del arte hasta el momento del renacimiento, dando especial énfasis a la lectura, la música y la imagen, esto hace invisible los registros de la tradición oral africana que constituían la acción de sus mitos en formas de representación diferente, quizás aún por estudiar. El texto escrito fue la base para imaginar el mundo en la manera mas adecuada de evangelizar. Con este objetivo los jesuitas mantuvieron el precepto de imitatio christi- base de la práctica cristiana en la edad media-, así como la devoción a la virgen y los santos, instaurada en las imágenes pictóricas, las festividades sacras incorporaron la música en su modelo occidental; el pago de indulgencias, la realización de procesiones y peregrinaciones y la importancia del régimen sacramental, se realizaron con representaciones de gran boato escénico que debían cumplir la función convincente del ritual, y por lo tanto ganar el respeto a la jerarquía de dominio ideológico, que era necesario para contener el poder de otras prácticas estéticas de orígen africano. Pero a diferencia de la casi irreflexiva religiosidad medieval, surgieron además la lectura analítica de los humanistas clásicos y el desarrollo de la ciencia, el arte y la tecnología. Registros que clasificaron la acción para comprender el mundo que apenas comenzaban a entrar en diálogo, rechazo o discusión con las formas míticas que imaginaban la realidad de los nuevos pueblos.
Para los misioneros el modelo de su conocimiento se fundamentaba en los grandes intelectuales de la iglesia católica, que apoyaron el proyecto de integrar la piedad medieval y el humanismo, estableciendo como estrategia para la acción la devotio moderna. Durante el concilio de Trento, esta forma de devoción se sustituyó como la manera más adecuada para establecer una relación con Dios. El estímulo al estudio de la tradición literaria trajo consigo la práctica de la lectura personal, la cual viabilizaba la reflexión individual en los misterios de la fé. Leer las obras de los místicos y orar en privado hasta alcanzar la contemplación, posibilitó la comunicación entre Dios y el creyente sin la mediación del clero. Estrategia que descentralizaba la acción de los grandes rituales urbanos de las principales ciudades al trabajo del misionero en contextos de trabajo de campo en comunidades y grupos humanos con diferentes aproximaciones simbólicas. El misionero Jesuita debía dedicar largas horas de meditación individual en la lectura con lo cual se permitía alcanzar estados de éxtasis trascendental. Entender la lógica que existe tras la devoción es importante, porque de ella surgen los sentimientos que el mundo cristiano de la época de la colonia instituyó para el mundo afrodescendiente llegado con las prácticas portuguesas de esclavitud.
La imitación del texto como acción para reconocer la verdad de la evangelización y su papel transformador de la idea de arte.La noción de ejercicio espiritual, comienza en el texto de Ignacio de Loyola, el cual instituye un manual de instrucciones para el crecimiento espiritual del cristiano, se trata de una manera de conducir la oración en cuatro etapas hacia el misterio de cristo. El método comprende el control paulatino de los sentidos, los sentimientos y los pensamientos, con el fin de cultivar una vida espiritual modelada por la figura de cristo. Consiste por ejemplo en fijar la mirada en una imagen de la cruxificción hasta lograr la visualización de este episodio en la conciencia interior. Luego de visualizar este episodio el devoto debe relacionar su obra con el sacrificio de cristo. El objetivo último es dominar el impulso a pecar mientras se alimenta el deseo de ser conducido por cristo. Los ejercicios espirituales conservaron además el principio medieval por el cual el devoto debía ser imitador de cristo . El objeto central del reconocimiento del misterio de cristo estaba en la imagen capaz de contemplar el sacrificio por el otro. La cruxificción sería la acción de mayor dignidad de dicho principio de reconocimiento. La vida de los cristianos debía semejar esa virtud y repetir sufrimientos y renuncias. La idea estimuló en el clero y la feligresía una vida conducida por el ascetismo y el martirio, opuesta al placer y a cualquier estímulo sensorial que condujera al goce. Este aspecto va a tener un gran impacto en las manifestaciones corporales y rituales africanas, el ritual católico se constituía de esta manera en un proceso introspectivo, que configuraba la búsqueda de lo místico y la belleza del alma en la comprensión interiorizada de la imágenes del evangelio, sobre todo de la crucifixión, sin embargo en las comunidades africanas la introspección no se construía de la misma manera, pues al no poseer tradiciones de cultura escrita, la dimensión imitativa reclamaba la música en el movimiento, la corporeidad sonora africana nunca abandonó su instancia expresiva precisamente porque su conocimiento del interior estaba lleno en su mito como principio integrador de sonido, cuerpo, movimiento y canto.
El acercamiento de los misioneros hacía las manifestaciones que no eran entendidas desde su registro se teñía entonces de sacrificio, el cuerpo ajeno del negro era escrutado como cuerpo hediondo, enfermo y pecador, por el cual era necesario imitar a cristo para redimirse en el abrazo de la caridad, de tal manera que la imagen de africano era constantemente asimilada a espacio de segregación, relato que ordeno imaginariamente el cristianismo al considerar cuerpo, negritud y pecado con el mismo sistema de signos. El espacio de la ciudad contiene a partir del siglo XVII lugares de reconocimientos y transitabilidad diferenciado para esclavos y libres. En los entornos poblacionales de esclavos pululaba el canto ritual, la fiesta percutida del tambor, el sonido que puebla el espacio porque es la tierra el contacto no racional que tienen con el mundo de sus intuiciones e imaginaciones.
Un elemento importante incorporado a la devoción cristiana radicaba en la determinación según la cual se debía combinar la imitación de cristo con el humanismo renacentista, según esta tendencia acogida por las comunidades de jesuitas y franciscanos la literatura era capaz de conducir a Dios, esta postura se presenta cuando I. de Loyola afirma que la lectura es la única práctica que permite a la persona arraigar el conocimiento que podría olvidarse. La lectura es el mecanismo ideal para fijar en el intelecto las reflexiones. Por otra parte, leer da sentido a la oración. Si bien el clero fue la guía esencial del devoto en la edad media, en el renacimiento la lectura personal había superado ese lugar. Leer a los cristianos ejemplares se convirtió en lectura obligada de los cristianos. La lectura estratégica repensada por los misioneros franciscanos intentó volver mundo escrito la danza y el movimiento sonoro, en su uso del ritual cristiano. Incorporando el sonido, e introduciendo el texto, sin embargo los dos se alimentaron recíprocamente en su actitud evangelizadora y su actitud mítica.
Otro aspecto reconocido en le lectura centraba su interés en el acceso al razonamiento de los pensadores más entendidos como Aristóteles y Platón. Retomar los sabios de la antigüedad facultaba el desarrollo de las artes, las ciencias la política y la tecnología. En todo sentido leer era una actividad elevada. La metáfora del asno aparece así en la descripción de la africanidad, al no traer tradiciones de relato escrito se entendía que no construían pensamiento para razonar los misterios de la fé. Por lo tanto no poseían la inteligencia para ser merecedores de la alta acción de la lectura personal, en su correlato la salvación sería tanto para el asno como para el letrado, entendiéndose al letrado como al hombre y al asno como al negro. Aparecen asociados a esta noción la idea de loco, liciado y ciego, en la sociedad colonial con gran influencia africana. Por esta condición se reconocía como superior el perfeccionamiento espiritual alcanzado por los blancos que podían acceder a la lectura y a la meditación trascendental que obligaba la imitación de cristo.
Sin embargo el impulso evangelizador dado para la población negra estuvo matizado por su caracterización de monstruosidad al no contener las mismas características de imitación cristiana, pues se consideraba la idolatría como una monstruosidad que sólo podría corregir la conciencia de pecado que se redime en la confesión, aquellos que idolatran imágenes son de mente corrupta y por lo tanto son de pensamiento monstruoso, por lo tanto deben ser evangelizados para borrar en ellos toda traza de deformidad espiritual.